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Juan M.Gienini

artic10

por una cabeza

Por suerte, no todos los partidos son pesados, aburridos, mal acompañados, violentos o memorables.
Hay veces que más valdría la pena haberse quedado en casa leyendo, viendo una tontería en el televisor o salir a pasear por donde Dios quisiera.
En el partido que reseño no estuve muy bien aclamado por el público. Puede que hayan tenido razón. Lo más seguro que no fuera así y que con ello se justificara su conducta. Fui abucheado desde bien inicio del juego y en cada decisión que tomaba.
De camino a los vestuarios, luego de finalizado el partido, varios del público se acercaron al lugar por donde había de pasar para retirarme del campo. Continuaron con insultos y amenazas, no era por remediar ni mejorar nada, ni intención tendrían de hacer eso.
Me rodearon haciéndome difícil el avance y entre varios me gritaron. Vaya valentía, pensaba entre mí. Un poco a la distancia y casi si moverse me gritaba un hombre de avanzada edad. Yo, ya había superado al grupo de fanáticos que quedaron retrasados. Al acercarse el hombre, bastón en ristre y en mi dirección, le miré interrogando. Qué quieres? … o que piensas hacer con esa amenaza?.
Mala idea. Al detenerme, quizás para enrostrarle al hombre su conducta, se volvió a abalanzar sobre mí el grupo de personas que antes me molestaron. Me tomaron de los brazos inmovilizándome y me llevaron casi sin tocar mis pies el suelo hacia el vestuario.
Menudo provocador es éste árbitro, pensarían ellos, habría que sacar del campo -y del arbitraje- a una persona así de violenta. En esos momentos de tensión ya temía por mi integridad y no podía decidir entre la defensa o esperar el primer puñetazo.
Por debajo y por mi lado izquierdo sentí la puntada de una patada que entre los que me forcejeaban se coló. Era el momento que se reacciona o se aguanta el embate.
Estaba inmovilizado del torso para arriba, sujeto por mis manos y brazo derecho. El único punto de movimiento que me quedaba eran mis pies y el codo izquierdo, flanco de donde provino el puntapié. Desde ese ángulo un hombre que me superaba en 15 centímetros me miraba desafiante. Con rápido cálculo y más rápido movimiento, le golpeo la cara con el codo que sabía que tenía sin confinar.
Con extrañeza, el hombre me soltó y llevó sus manos a la boca que estaba ya sangrante. El resto del grupo me soltó, quizás temiendo un desenlace pugilístico, quizás extrañados que esa sola persona, entre el forcejeo de varios haya reaccionado así y herido a uno de ellos. Rápidamente me colé en el vestuario y el grupo se disolvió.
De regreso a la delegación comenté lo ocurrido y lo puesto en acta con el delegado de árbitros de la comarca. Otra persona del público visitante también le confirmó mi historia.
A los pocos días se presentó -ante ese mismo delegado- el señor que tuvo la mala suerte de recibir mi codazo. El labio superior inflamado y con una cicatriz muy visible.
El delegado recordó rápidamente la anécdota, ubicó el papel de ese hombre y se figuró la situación que le relaté.
-Mira lo que me hizo el árbitro argentino
El delegado, sin hacer el gesto de invitarle a sentarse, le miró sonriendo desde la distancia. Dejó unos instantes para teatralizar más la situación. Se figuró el forcejeo entre varias personas y ésta en especial que era de estatura alta.
-Sí, ya me contaron lo que pasó… Y tú; que estabas haciendo?

Origin: - por Sergio deLeón -

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