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Juan M.Gienini

artic11

el ejemplo de los mayores

En algunos partidos daba indicaciones y observaciones por tal o cual jugada o por alguna conducta
Si en algún partido indicaba a un jugador que fuera menos violento o más considerado con el adversario, al siguiente partido veía como otro jugador perdía una ocasión ventajosa por ser considerado.
El público a veces reacciona bien, otras mal y otras peor. Si un pequeño tiene una bota desacordonada haces esperar la reanudación del juego hasta que esté en orden su vestimenta. No es cuestión de decoro, un cordón pero el mismo gesto de arrodillarse ante el jugador produce un efecto muy positivo entre los padres. El árbitro no es tan malo, dirán. A veces el ejemplo de los mayores cunde bien.
En el campo del Olost mi hijo, que también ejercía de árbitro, era tan desaprobado como su padre.
El entrenador del Campdevànol ya lo vio desde el momento de preparar las fichas federativas antes del partido.
El partido fue protestado hasta el hartazgo. El único culpable sería el árbitro. Ninguna decisión fue bien recibida. Aunque recién comenzara el partido y estuvo ganando el equipo local, nada era del gusto del público ni jugadores locales.
El delegado y entrenador visitantes estuvieron todo el partido casi inmovilizados, apabullados por la presión del público local.
Finalizado el encuentro vi que el público local comenzó a juntarse en las inmediaciones de la salida del campo hacia los vestuarios. Me acerqué al entrenador visitante para tranquilizarle
-cuídate de tus jugadores, ya me arreglaré- pensé en esos instantes que los mayores habíamos de cuidar de los menores. Ese ejemplo quizás no cundiría.
No me creyó la parte de que me las arreglaría, sí me creyó que debía irse rápido y tener cuidado con sus jugadores.
Continué camino a los vestuarios y al pasar entre dos jugadores que se acercaban amenazantes apuro más el paso para esquivarles. Desde detrás y por mis espaldas recibí un empujón. Ese empujón era con la firme intención de hacerme trastabillar pues estaba en lo alto de dos escalones que descendían a la entrada de los vestuarios. Como mi condición física y de nervios estaban bien alertas y templados, hice rápidamente el salto de los escalones y giro para ver el origen de ese empujón.
Los jugadores locales estarían en pleno a menos de dos metros atentos a mi movimiento.
La decisión fue rápida y clara: salir de allí. No era el momento de enfrentarme a ellos, pedirles explicación del empujón o llamarles al decoro o buenas maneras.
En los vestuarios siguieron las protestas, actitud normal para los de ese campo. En otra ocasión, como tampoco les agradaron mis maneras o decisiones, se retiraron rápidamente del recinto donde estaban los vestuarios dejándome con la única opción de saltar por una pared para poder ganar la libertad de irme de allí.
Como el incidente del empujón y los gritos de jugadores tuvieron que ser reflejados en el acta, los padres y directivos tomaron la contra ofensiva de hacer una denuncia por agresión a un jugador, un menor en estos casos.
En la ocasión que el juez me preguntó en privado, antes de celebrar vista y juicio, sobre los sucesos, di mi versión.
-me empujaron por detrás, en seguida me recompuse, miré por el origen del empujón, vi a la muchedumbre amenazante y decidí que lo más inteligente sería irme a los vestuarios.
Se celebró el juicio pues había una posible agresión a un menor. El jugador y el padre dieron la misma versión, el árbitro siempre hace mal su tarea y siempre es problemático y agredió al jugador.
Ampararon esa acusación en un parte médico. De mi parte no pude aportar más testigos. Los jugadores y entrenador a los que pensé que ayudaba al decirles que se retiraran no comparecieron en el juicio, habrán visto que no era nada que les pudiera afectar. En ese caso, mi ejemplo no cundió.
En el momento de la vista me volvió a preguntar el juez sobre mi versión
-me empujaron por detrás, en seguida me recompuse, miré por el origen del empujón, vi a la muchedumbre amenazante y decidí que lo más inteligente sería irme a los vestuarios.
Al sentarme me di cuenta que al decir eso había usado las mismas palabras y gestos.
El juez tomó la palabra luego de haberles dado el turno a abogados y fiscal. Dijo resumidamente que era imposible que el árbitro sólo y entre esa gente exaltada pudiera agredir al jugador.
Apoyó su suposición en la falta de testigos que pudieran dar fe e una patraña de esa dimensión.
También hizo una observación al padre -supongo que por el ejemplo que se daba a un menor- que acusaba al parecer, por sólo la aversión al árbitro, continuando una mentira junto al hijo.

Origin: - por Sergio deLeón -

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